INDIVIDUAL EXHIBITION AT HOUSE OF CHAPPAZ. IN ARTNOU

RECREATIVE DOOM

“Lo que Orwell temía era a aquellos que prohibirían los libros. Lo que Huxley temía era que no hubiera razón para prohibir un libro, porque no habría nadie que quisiera leerlo. Orwell temía a aquellos que nos privarían de información. Huxley temía a aquellos que nos darían tanta que quedaríamos reducidos a la pasividad y el egoísmo. Orwell temía que se nos ocultara la verdad. Huxley temía que la verdad se ahogara en un mar de irrelevancia. Orwell temía que nos convirtiéramos en una cultura cautiva. Huxley temía que nos convirtiéramos en una cultura trivial. Como señaló Huxley en `Brave New World Revisited´, los defensores de las libertades civiles y los racionalistas que siempre están alerta para oponerse a la tiranía "no tuvieron en cuenta el apetito casi infinito del hombre por las distracciones". Esto lo escribió Neil Postman en su ensayo “Divertirse hasta morir: el discurso público en la era del show business” en la que se preguntaba si, por caprichos del destino, el mundo no iba a sucumbir a un régimen totalitario a lo 1984 sino a un régimen de lo banal, lo intrascendente y la diversión superficial como en “Un Mundo Feliz”. Siguiendo la estela de Aldous Huxley, Postman se preguntaba “de qué nos reímos y por qué hemos dejado de pensar”. El sociólogo y crítico cultural no se equivocaba al plantear la posibilidad de que fuera Huxley quien, desafortunadamente, tuviera razón.

Y es que, ¿de qué nos reímos? ¿Qué está pasando? ¿Qué es tan divertido, compartible y fotografiable, likeable y comentable en un escenario como en el que nos encontramos? Desde hace unas décadas, por influencia de la radio, la televisión y, más tarde y de forma categórica, de internet y las redes sociales, estamos entretenidas todo el rato que queremos. Y el que no queremos. Todo aquello que es una obligación social, ética o moral tiene que tener un poso de endorfina liberada; la educación tiene que ser entretenida, el trabajo también, la política serán píldoras emocionales de 1 minuto, las urgencias globales, la información, la comida, la sostenibilidad, las protestas sociales, la religión, la espiritualidad, los viajes, las culturas, todo tiene que hacérsenos, si no divertido, fácil de consumir.



Fácil de entender; que sea experiencial, engaging y que conecte con nosotras. Fácil de tragar con un poco de azúcar, como cantaba la explotada y tremendamente entretenida Poppins, que nos enseñó a limpiar y a recoger regocijándonos en alegría rítmica; un bonito ejemplo de teoría Huxleyana aplicada. Mucho ruido y pocas nueces; mucha luz y poco conocimiento. La realidad será gamificada o no será.

Estamos entretenidas… y confundidas. Tenemos toda la información a nuestro alcance pero, de tanta oferta, muchas personas nos quedamos paradas ante las pantallas como las liebres en mitad de la carretera cuando se acerca un camión a toda velocidad. Lo que es la realidad se mezcla con la imagen, con la apariencia, con aquello que mostramos que es la realidad en un pacto tácito de un lenguaje nuevo: el que mezcla lo analógico con lo digital. Nos parece tonto ver a alguien hacerse un selfie en plena calle y repetirlo hasta 100 veces para llegar al óptimo y el que luego será editado, pero enseñar dicha foto ante una audiencia anónima o demostrar nuestro aprecio por ella, no. Aquello que existe es, y no es. Los problemas están y no están. Podemos hacer algo con ellos… o no.

Recreative Doom es un salón recreativo en el que las grandes urgencias de la humanidad se convierten en juegos de niños. Nuestra sociedad está formada a partir de muchas individualidades que, en general, no interactúan por el beneficio común, sino por las necesidades que nos reclaman las narrativas propias, unas historias que nos mantienen entretenidas con preocupaciones recurrentes y que nos llevan a inventarnos maneras de mitigarlas mediante la cerámica o correr una ultra trail de montaña pero que, por desgracia, nos hacen desconectarnos de la magnitud de los problemas mundiales. Recreative Doom expone lo que la realidad hace con nosotras: nos entretenemos, pero, ¿con qué?